(Extracto de una biografia publicada en la revista MUNDO JOVEN en 1.971)
















Su "mundo distinto", lleno de sueños y confianza en la vida, un buen día, de golpe, se derrumba. Maria Isabel Llaudes Santiago iba a cumplir trece años. Ella habla siempre de ese momento como del "desastre universal de la familia Llaudes".





"El abuelo se puso enfermo. Mi padre y su hermano empezaron a llevar el negocio personalmente. Yo oía hablar de problemas bancarios sin entender demasiado, hasta que papá decide que como en Jaén nos conocía todo el mundo, nos ibamos a Madrid para empezar de nuevo".





Cuando llegaron a Madrid la matricularon en el colegio de las Teresianas. Todo es diferente. Las chicas de la capital no entendían a la nueva condiscipula que tiene unos ojos llenos de susto, porque sabe que en su casa pasa algo gordo.





"Yo veía a mamá preocupada. A mi no me decían nada, pero me daba cuenta de que en Jaén no nos faltaba de nada y en Madrid pasabamos estrecheces. Empezó a entrarme un sentido de la responsabilidad mujy grande y cuando en Junio me suspendieron cuarto de bachillerato decidí que no volvería al colegio".





Maribel se matricula en el Real Conservatorio de Musica para continuar con los estudios de solfeo y piano que había iniciado en Jaén. Aún no era la niña de la voz de oro, no la conocía nadie.





"Me enteré de que en LA VOZ DE MADRID había un concurso de cantantes y me dije: ¡Bueno! Pues ve a ver lo que pasa contigo, chica... Y lo que pasó fue estupendo. Gané el concurso y tres mil pesetitas. ¡Que emoción tan grande cuando se las dí a mi madre!
Al tiempo que estudiaba en el Conservatorio trabajaba también como dependientas de El Corte Inglés. Maria Isabel Llaudes Santiago se presentaba a todos los concursos radiofónicos. Uno de los premios que consigue con esta singladura es la grabación de dos discos con el sello discográfico RCA. Esos discos que la presentan como Maribel Llaudes pasan, debido a la nula promoción. Ni siquiera aparece su cara en la portada.







Aqui empiezan las aventuras de la I reina del pop español
Madrid era un lobo demasiado grande para aquella caperucita de ojos azules y labios de fresa que añoraba su vida pasada en Jaén, los olores de las noches de verano, a Loli, sú unica-mejor amiga... Todo lo que antes era cotidiano e insignificante, ahora tenía un sobredimensionado valor sentimental.
Los colores de Madrid eran más tristes, el aire más sucio, había por todos lados un fuerte olor a gasoil y la partitura de ruidos producida por los coches era constante. La ciudad estaba envuelta en una velocidad vertiginosa que hacía caminar a la gente como si las estuviesen persiguiendo.
La habían matriculado a principio de curso en la sede madrileña de las Teresianas y aunque ya tenían una nefasta experiencia con ellas en Jaén, sus padres se empecinaron ensubrayar el error.
En junio siempre se repetía la misma historia: Maribel volvía con los borlones de los calcetines gachos y un rosario de suspensos en la cartera aunque ese año, la idea de repetir curso se le hacía insufrible; no creía poder soportar otro año condenada a las rígidas miras de aquellas monjas que no sabían que hacer con un espíritu tan inquieto como el suyo. El colegio se le había quedado tan pequeño como a Alicia la casa del conejo Blanco. Además, no había conseguido hacer una sola amiga de verdad; cuando llego a principios de curso todas se conocían ya y los grupitos estaban muy consolidados. Ella era "La nueva" por mucho que sonriera e intentara ser sociable a instancias de su madre que le decía que las cosas no vienen solas y que debía poner algo de su parte. Pero cuando un día durante el recreo les confió sus sueños de convertirse en una diva de la Meca del cine hizo que todas aquellas adolescentes la miraran como quien detecta a una loca. Después de ese episodio se sintió tan humillada que volvió a encerrarse en su concha. Ella sabía que si se concentraba con todas sus fuerzas en la idea de convertirse en una estrella, antes o después aparecería el camino de baldosas amarillas que la condiciría a Hollywood.
Esa misma tarde, al llegar a su casa encontró a su madre en la cocina, estaba cubriendo de chocolate una tarta de flan y galletas.
-Yo creo que ya estamos lo suficientemente desengañadas...-. empezó a decir Maribel.

Doña Trini siguió extendiendo la crema de chocolate con la espatula de madera.

-En esta casa- continuó diciendo la muchacha- hasta Bola sabe la pérdida tan inutil de dinero y paciencia por mi parte que supone volver otro año con tus amigas las monjitas.

Bola ladró por alusión, doña trini miró a su hija y solto aire por la nariz, un bufidito de madre

-¿Cuantas te han quedado?- Pregunto doña Trini fijando sus hermosos y, en momentos como aquellos, terribles ojos verdes.

Maribel tembló como una hoja, se le redondearon los suyos y notó que empezaba a desinflarse y a olvidar todos los argumentos que traía preparado. La mirada de su madre le imponía mucho.

-Bueno...-titubeó al principio aunque después fue cogiendo velocidad- No creo que importe ya por cuantos goles hemos perdido el partido.

-¿Repetir?- A su madre se le congestionó el rostro. No es que no se esperase unas notas ejemplares, pero repetir curso...

-Yo creo...- siguió diciendo Maribel, -Bueno estoy segura. No quiero volver al colegio el año que viene-. Soltó por fín. -¿Que necesidad hay de seguir de seguir atormentando a esas monjas, que bastante nerviosas están todo el día y sinceramente, yo tampoco se que hacer con ellas.

Normalmente entregaba las notas y lloraba y se mostraba mustía hasta la hora de acostarse para conseguir algo de indulgencia durante el verano, pero esta vez, doña Trini encontró una determinación tan rotunda en su hija que empezó a tomarse en serio aquél asunto.

-Me imagino, que tendrás pensado lo que vas a hacer...

-Me he enterado que buscan dependientas para unos grandes almacenes que van a abrir y además quiero volver al conservatorio... Pero lo que en realidad quiero, lo que deseo con todas mis fuerzas es hacer carrera en el mundo del espectaculo.




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